¿Qué fue la Batalla de Covadonga y quién fue Don Pelayo?

La Batalla de Covadonga y Don Pelayo: el mito fundacional de la Reconquista

Tiempo estimado de lectura: 9 minutos | Historia |

La Batalla de Covadonga y Don Pelayo: el mito fundacional de la Reconquista

Cuando pensamos en los orígenes de España como nación, es inevitable que surja el nombre de Don Pelayo y la célebre Batalla de Covadonga. Este enfrentamiento, ocurrido en el siglo VIII, no fue una simple escaramuza en las montañas asturianas: se convirtió en un símbolo de resistencia cristiana y en el punto de partida de lo que más tarde se conocería como la Reconquista. Pero ¿qué hay de cierto y qué hay de leyenda en esta historia que mezcla fe, política y épica?

En una época de caos, Pelayo representó la chispa de resistencia que muchos creían extinguida. Acompáñanos en este viaje al corazón de la historia medieval hispana para descubrir qué ocurrió realmente en Covadonga y por qué Don Pelayo es considerado uno de los padres fundadores de España.

Contexto histórico: el fin del reino visigodo y la invasión musulmana

Para entender la importancia de la Batalla de Covadonga, hay que retroceder a los últimos días del Reino visigodo de Toledo, una monarquía debilitada por luchas internas, sucesiones disputadas y un poder cada vez más fragmentado. En el año 711, el ejército musulmán al mando de Tariq ibn Ziyad cruzó el Estrecho de Gibraltar y derrotó al rey visigodo Rodrigo en la Batalla de Guadalete. Esta victoria abrió las puertas de la Península a la expansión musulmana, y en menos de una década, la práctica totalidad del territorio quedó bajo dominio islámico.

Sin embargo, no toda la resistencia cristiana desapareció. En las abruptas montañas del norte, especialmente en la región de Asturias, comenzaron a organizarse pequeños núcleos de resistencia formados por antiguos nobles visigodos, campesinos locales y comunidades refugiadas. Es en este entorno de repliegue y reorganización donde aparece la figura de Pelayo, un personaje que pasaría de caudillo local a héroe legendario.

¿Quién fue Don Pelayo?

Don Pelayo nació alrededor del año 685 y murió en 737, según la tradición, tras haber gobernado el Reino de Asturias durante casi dos décadas. Es una figura envuelta en niebla histórica, donde se mezclan hechos documentados y elementos míticos. Según las crónicas cristianas, era un noble visigodo o un oficial de la corte de Rodrigo, que, tras la caída del reino visigodo, se refugió en las montañas asturianas. Algunos lo sitúan como descendiente de la nobleza hispano-goda, posiblemente vinculado a las élites que sobrevivieron a la debacle del 711.

En torno al año 718, Pelayo fue elegido por los pobladores locales como líder de la resistencia cristiana.

La Batalla de Covadonga: ¿mito o realidad?

La Batalla de Covadonga tuvo lugar hacia el año 722, en los desfiladeros del monte Auseva, en las cercanías de la actual Cueva de Covadonga. Las fuentes cristianas nos hablan de un enfrentamiento desigual en el que Pelayo, al mando de un pequeño grupo de montañeses, logró derrotar a un ejército musulmán considerablemente más numeroso, enviado para sofocar la revuelta.

Los cronistas islámicos, por su parte, apenas mencionan la batalla, considerándola un incidente sin importancia. Esta disparidad en las fuentes ha llevado a algunos historiadores a pensar que Covadonga fue más una revuelta local que una gran batalla campal. No obstante, su trascendencia simbólica fue enorme y marcó el inicio de una resistencia organizada contra el dominio islámico.

¿Qué ocurrió exactamente?

Según la tradición cristiana, Pelayo y sus hombres se refugiaron en una cueva (la actual Santa Cueva de Covadonga) y desde allí repelieron los ataques del ejército musulmán comandado por Alqama. El entorno montañoso, con pasos estrechos y abruptas gargantas, ofrecía una clara ventaja defensiva. El conocimiento del terreno, unido a la motivación de los combatientes, inclinó la balanza a favor de los cristianos.

Al final, los musulmanes, incapaces de someter la resistencia, se retiraron. Algunos relatos afirman que Alqama murió en combate y que gran parte de sus tropas cayó durante la retirada. Aunque los detalles exactos son imposibles de verificar, lo cierto es que Covadonga fue un punto de inflexión: por primera vez, una fuerza cristiana había plantado cara con éxito al dominio musulmán en la Península.

El Reino de Asturias: el germen de la Reconquista

El nacimiento de la Reconquista: ¿resistencia o misión?

La llamada Reconquista no nació como un proyecto político coordinado desde el inicio, sino como una serie de acciones defensivas y de supervivencia impulsadas por pequeños núcleos cristianos del norte peninsular. Sin embargo, con el paso del tiempo, esta resistencia adquirió un carácter ideológico, religioso y cultural.

Los motivos que impulsaron el inicio de la Reconquista fueron diversos y se entrelazaban entre sí. En primer lugar, existía una fuerte motivación religiosa: la recuperación de los antiguos territorios cristianos que habían caído en manos del islam se convirtió, especialmente a partir del siglo IX, en una causa sacralizada. Además, los líderes del norte se presentaban como herederos del reino visigodo, lo que les otorgaba una legitimidad histórica para reclamar la restauración de un orden anterior.

También existían intereses territoriales y económicos: la recuperación de tierras fértiles en manos musulmanas ofrecía nuevas oportunidades para la nobleza y el campesinado. La expansión hacia el sur permitía el acceso a recursos, rutas comerciales y zonas estratégicas. Finalmente, no puede olvidarse la dimensión identitaria: frente a una cultura y una religión distintas, la población cristiana del norte reforzó sus propios valores, costumbres y tradiciones, construyendo así una narrativa que justificaría siglos de avance territorial.

Además, hay que tener en cuenta las condiciones en que vivían muchos de los cristianos bajo dominio islámico, conocidos como mozárabes. Aunque eran tolerados como ‘dhimmíes’ —protegidos no musulmanes—, estaban sometidos a una legislación diferenciada que implicaba restricciones sociales, religiosas y económicas. Se les prohibía construir nuevas iglesias o mostrar símbolos religiosos públicamente, y no podían acceder a cargos importantes. Además, debían pagar un impuesto especial, el yizia, simplemente por no ser musulmanes, lo que suponía una carga económica significativa. Estos factores alimentaron el descontento y reforzaron el deseo de recuperar el control de los territorios perdidos.

En resumen, lo que empezó como una reacción defensiva ante una invasión se transformó progresivamente en un movimiento de recuperación territorial, legitimado por la historia, alentado por la religión y sostenido por la ambición política, económica y cultural. La victoria de Pelayo en Covadonga fue, por tanto, mucho más que un éxito militar: fue el primer paso de una larga marcha que cambiaría el destino de la Península Ibérica.

Tras su victoria, Pelayo consolidó su liderazgo y estableció lo que se considera el primer reino cristiano del norte peninsular tras la invasión islámica: el Reino de Asturias. Su capital fue establecida inicialmente en Cangas de Onís, una pequeña localidad en el corazón de las montañas asturianas.

Este pequeño reino, nacido en la resistencia y nutrido de símbolos religiosos, políticos y culturales, se convirtió en el refugio del legado visigodo. Desde allí, sus sucesores continuarían la lucha, extendiendo lentamente sus dominios hacia el sur. Así nació el concepto de la Reconquista, un proceso complejo y largo, que se prolongaría durante más de siete siglos.

El Reino de Asturias no solo resistió, sino que estableció una base institucional: acuñó moneda, fortaleció la Iglesia como elemento cohesionador y mantuvo vínculos con otros reinos cristianos de Europa. El sueño de una cristiandad unificada contra el islam halló aquí su primer bastión.

Don Pelayo: entre la historia y la leyenda

Con el paso del tiempo, la figura de Pelayo fue adquiriendo tintes legendarios. En la historiografía medieval cristiana, se le presenta como un héroe casi providencial, con el apoyo de la Virgen María y rodeado de milagros y signos divinos. Esta imagen se consolidó especialmente durante los siglos posteriores, cuando los reinos cristianos necesitaban referentes de unidad frente al islam.

Durante el siglo XIX, con el auge del romanticismo y el nacionalismo, la figura de Pelayo fue recuperada como símbolo fundacional de la nación española. Monumentos, canciones y relatos populares lo elevan al nivel de mito patrio.

Sin embargo, la realidad histórica probablemente fue más modesta: un líder local con dotes militares y carisma, que supo aprovechar el vacío de poder tras la caída visigoda para organizar una resistencia eficaz. Pero incluso si la historia es más sencilla que la leyenda, el símbolo que representa Pelayo es universal: la voluntad de no rendirse, de empezar desde lo pequeño, de oponerse a lo inevitable. A su muerte en 737, su causa fue continuada por su hijo Favila y, más adelante, por Alfonso I, quien ampliaría considerablemente los dominios del Reino de Asturias y daría continuidad al legado de su padre.

Covadonga como símbolo nacional

La Santa Cueva de Covadonga, donde supuestamente se refugió Pelayo, se convirtió en lugar de peregrinación y en un santuario nacional. Desde época medieval, la cueva fue asociada a la intervención divina en la victoria cristiana. Con el tiempo, se construyó allí un santuario mariano que atrajo a devotos de todo el norte peninsular.

En el siglo XIX, con el impulso del rey Alfonso XII, se proyectó y edificó la actual Basílica de Covadonga, como homenaje a la gesta de Don Pelayo y al inicio de la Reconquista. Este conjunto monumental, rodeado de paisajes imponentes, es hoy un símbolo tanto religioso como patriótico.

Hoy en día, la cueva y la basílica que se alza en las montañas asturianas siguen siendo un símbolo de identidad y espiritualidad. La figura de Don Pelayo está presente en estatuas, nombres de calles, e incluso en canciones. Más allá de los hechos históricos, Covadonga vive en el imaginario colectivo como el lugar donde comenzó la reconquista de una identidad.

¿Por qué sigue siendo relevante esta historia?

Como escribió el historiador Modesto Lafuente en su «Historia general de España»: «Pelayo no fue grande por el número de enemigos que venció, sino por la llama que encendió y que no se apagaría hasta muchos siglos después.» Esta cita resume la fuerza simbólica de Covadonga como chispa inicial de un proceso largo y complejo.

Hablar de la Batalla de Covadonga no es solo hablar de un hecho militar. Es hablar de cómo nacen los mitos fundacionales, de cómo un grupo pequeño puede desafiar a un imperio, de cómo la historia se construye también con símbolos. En un mundo que cambia rápidamente, mirar hacia atrás nos recuerda que las grandes gestas suelen comenzar con pequeños actos de resistencia.

Covadonga sigue siendo objeto de debate histórico, inspiración artística y símbolo nacional. Nos recuerda que la historia no solo se mide en batallas y conquistas, sino también en gestos de coraje que, con el tiempo, se convierten en leyenda.

Y tú, ¿Conocías la historia de Don Pelayo? ¿Te parece más interesante la parte histórica o la dimensión mítica? ¿Qué otros momentos fundacionales de la historia te gustaría explorar? ¡Cuéntanoslo en los comentarios y comparte este artículo con quien ame la historia medieval y la historia de España!

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