¿Cuál es el origen de ‘estar en las últimas’?

¿Cuál es el origen de ‘estar en las últimas’?

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¿Alguna vez has dicho «estoy en las últimas» sin pensar demasiado en ello? Esta expresión, tan común en el habla cotidiana, encierra una historia rica y profundamente ligada a la cultura, la religión y la evolución del lenguaje. En este artículo, vamos a desentrañar el verdadero origen de la frase «estar en las últimas», analizando sus raíces más allá de la interpretación superficial. Lo haremos con el rigor de las fuentes filológicas, pero sin perder ese tono cercano y divulgativo que hace que el pasado nos hable con palabras de hoy.

¿Qué significa realmente “estar en las últimas”?

Hoy utilizamos «estar en las últimas» para referirnos a alguien o algo que se encuentra al borde del colapso: desde una persona exhausta o enferma, hasta una batería que no da más de sí. La expresión se aplica a contextos físicos, emocionales, económicos e incluso tecnológicos. Su carga semántica es clara: hay un agotamiento total de recursos, sean estos vitales, materiales o simbólicos.

Ejemplos contemporáneos:

  • “Este mes llego en las últimas, no me queda ni un euro.”

  • “Mi móvil está en las últimas, no aguanta ni dos horas encendido.”

  • “Después de la mudanza, estoy en las últimas, no me quedan fuerzas.”

Sin embargo, esta versatilidad moderna es el resultado de una larga evolución histórica que comenzó en contextos muy distintos.

Posibles orígenes históricos de la expresión

El origen religioso: las “últimas cosas” y el tránsito final

Para entender el verdadero germen de esta expresión, debemos retroceder varios siglos. En el ámbito del cristianismo medieval —y especialmente en la tradición católica—, las llamadas «últimas cosas» (las postrimerías) se referían a los momentos finales de la vida del ser humano: muerte, juicio, cielo e infierno. A esto se sumaban prácticas sacramentales como la administración de la extremaunción o la confesión final, que marcaban simbólicamente la inminencia del fin.

Así, decir que alguien “está en las últimas” era afirmar que se encontraba próximo a morir. Este uso todavía pervive hoy en contextos médicos o familiares: “Mi abuela está en las últimas” no significa otra cosa que su vida está tocando a su fin. Es una expresión nacida del umbral entre la vida y la muerte, cargada de solemnidad y trascendencia.

La religión, como constructo social y cultural dominante en la Edad Media y la Edad Moderna, imprimió con fuerza sus metáforas en el lenguaje. Este vínculo entre las “últimas” y el morir fue el primer significado estable y ampliamente documentado de la expresión.

La hipótesis económica: ¿las últimas monedas?

Existe una segunda interpretación, más material, que se superpone con el paso del tiempo. En una Europa premoderna donde el dinero contante era escaso y el trueque seguía teniendo peso en las economías locales, quedarse sin “las últimas” podía referirse a perder las últimas monedas, provisiones o bienes esenciales.

Aunque esta lectura no cuenta con respaldo documental tan claro como la religiosa, su poder evocador ha hecho que muchos estudiosos de la fraseología la recojan como posibilidad. En un mundo donde la miseria podía significar literalmente la muerte por inanición o frío, estar en las últimas era estar en el umbral de la desaparición social. De ahí que la expresión también se asociara con la ruina económica.

Este doble origen —espiritual y material— nos permite comprender mejor la fuerza de la metáfora: lo que se acaba no es solo la vida o el dinero, sino todo aquello que sostiene la existencia.

De lo literal a lo figurado: la expansión semántica

A partir del siglo XVII, y con especial fuerza en el XVIII, la expresión comienza a abrirse paso más allá del lecho de muerte o de la miseria económica. Su uso empieza a figurar en la literatura, la prensa y las conversaciones cotidianas como sinónimo de cualquier tipo de agotamiento.

El desplazamiento metafórico en la evolución del lenguaje

Esta evolución semántica, conocida como desplazamiento metafórico, es común en expresiones idiomáticas. En el caso de “estar en las últimas”, el paso de lo concreto a lo abstracto es progresivo. Ya no solo se está en las últimas por falta de monedas o al borde del fallecimiento: también se está en las últimas tras un viaje extenuante, una jornada laboral interminable o una discusión emocionalmente desgastante.

Así, la expresión se convierte en una herramienta expresiva poderosa, capaz de condensar una experiencia límite sin necesidad de grandes explicaciones. Su eficacia comunicativa la convierte en una fórmula recurrente del español coloquial.

Un vistazo a su uso en la literatura

La expresión “estar en las últimas” ha aparecido también en textos literarios, reflejando su penetración cultural desde tiempos antiguos:

  • En «Floresta española» (1574) de Melchor de Santa Cruz de Dueñas, se narra: “Muriéndose un labrador, dijo en las últimas palabras: ‘Gracias a Dios que me ha quitado de esperar abril y mayo’.” Aquí, “en las últimas palabras” nos sitúa directamente en el contexto del fin de la vida.

  • En «Theatro crítico universal» (1728) de Benito Jerónimo Feijoo se puede leer: “Cuando ya estaba en las últimas agonías, la justicia registró sus ajuares para ponerlos en depósito.” Este uso reafirma la conexión con la proximidad de la muerte y el cierre de una etapa vital. (Aclaración: Durante el Siglo de Oro y en el español antiguo, era común el uso de «th» en palabras como theatro, theología, entre otras, que actualmente se escriben como teatro y teología. Esto se debía a la influencia del latín, donde el dígrafo «th» se usaba para representar el sonido «t»).

  • En la narrativa actual, tanto en la literatura contemporánea como en los medios de comunicación, la expresión sigue viva. Por ejemplo, en la novela «Los cuerpos del verano» (2012) de Martín Felipe Castagnet, un personaje menciona: “El cuerpo anterior ya estaba en las últimas, apenas podía mantenerme de pie.” Aquí, el autor juega con la idea literal y metafórica del desgaste físico en un mundo donde los cuerpos pueden cambiarse, manteniendo intacto el poder expresivo de la frase.

Estas apariciones confirman que el uso de la expresión, o de variantes cercanas, ya era reconocible y funcional en la literatura de los siglos XVI al XVIII.

De igual forma, las apariciones en textos recientes demuestra que, aunque los tiempos cambien, el lenguaje sigue encontrando en las expresiones tradicionales una herramienta eficaz para representar emociones y límites humanos.

Usos actuales: un dicho con mil vidas

Hoy en día, “estar en las últimas” es una expresión que se adapta a casi cualquier ámbito. Algunas de sus aplicaciones más comunes son:

  • Físico o de salud: “Estoy en las últimas después del entrenamiento.”

  • Emocional o mental: “Siento que mi paciencia está en las últimas.”

  • Económico: “La tienda está en las últimas por culpa de la inflación.”

  • Tecnológico o funcional: “Este ordenador ya está en las últimas.”

Su flexibilidad le ha garantizado supervivencia y renovación constante. Cada generación encuentra nuevos contextos donde aplicar esta imagen del agotamiento total.

La expresión en otros idiomas: un fenómeno universal

Curiosamente, esta idea de estar «al borde del colapso» no es exclusiva del español. En muchos otros idiomas existen expresiones similares que reflejan la universalidad de este concepto:

  • Catalán: «Estar a les últimes» tiene un significado similar al español, indicando que alguien o algo está llegando a su fin, ya sea por agotamiento físico, económico o emocional. En este caso, «últimes» hace referencia al límite, como si se estuviera llegando al final de las fuerzas o los recursos.

  • Euskera: «Azkenak egon» se traduce como «estar en lo último» y se usa para expresar que alguien está en una situación límite, ya sea por falta de recursos o por estar agotado emocional o físicamente. Esta expresión se refiere a una especie de agotamiento final.

  • Inglés: «On one’s last legs» se traduce literalmente como «estar en las últimas piernas» o «estar en sus últimas piernas», aunque al traducirlo al español se debería escribir «estar en las últimas» o «estar en sus últimas». Es una frase coloquial que describe a una persona o cosa que está muy cerca de su final, ya sea por cansancio extremo, desgaste o deterioro. La expresión proviene de la idea de que una persona ya no puede mantenerse de pie, como si sus piernas estuvieran a punto de colapsar. 

  • Francés: «Être sur le déclin» se traduce como «estar en declive» y hace referencia a una persona, cosa o situación que está perdiendo su fuerza o calidad, acercándose a su fin. Esta expresión, aunque similar, hace más hincapié en el deterioro progresivo que en un agotamiento inmediato.

  • Italiano: «Essere alla frutta» literalmente significa «estar en la fruta», pero se utiliza figurativamente para describir a alguien que ya ha llegado al final de sus fuerzas, ya sea por agotamiento físico o emocional. Es como si se estuviera «en la última etapa» de una situación difícil.

  • Portugués: «Estar nas últimas» es casi idéntica a la expresión española, usada para señalar que alguien está al borde de la desesperación o de un agotamiento extremo, ya sea de recursos, energía o paciencia.

  • Alemán: «Auf dem letzten Loch pfeifen» significa literalmente «silbar por el último agujero» y hace referencia a alguien que, al igual que un animal que da sus últimos suspiros, está en su momento más crítico, ya sea por fatiga o por estar en una situación insostenible.

  • Árabe: «في آخر نفس» (Fi akhir nafes) se traduce como «en el último suspiro», que describe a alguien que está al final de sus fuerzas, ya sea física o emocionalmente, similar a cómo usamos «estar en las últimas» para indicar agotamiento total.

  • Chino: «走到尽头» (Zǒu dào jìntóu) significa «llegar al final del camino», que se usa para expresar que algo o alguien ha llegado a su límite, sea en términos de recursos, tiempo o energía.

  • Ruso: «На последнем издыхании» (Na poslednem izdykhanii) se traduce como «en el último suspiro», similar al árabe, y se utiliza para describir a una persona o situación que está al borde del colapso, como si ya no tuviera fuerzas para seguir adelante.

Este fenómeno lingüístico es fascinante porque demuestra que, sin importar el idioma o la cultura, todos compartimos la experiencia de sentirnos al límite en algún momento.

Conclusión: una frase que dice más de lo que parece

Decir que alguien “está en las últimas” no es solo usar una expresión colorida: es invocar siglos de historia lingüística y cultural. Desde los rituales religiosos de despedida hasta las penurias de una economía precaria, pasando por la cotidianeidad del cansancio contemporáneo, esta frase ha acompañado a hablantes del español durante siglos.

Comprender su origen nos conecta con la memoria colectiva que se esconde en el lenguaje, y nos permite usar nuestras palabras con mayor consciencia. Porque cada vez que decimos “estoy en las últimas”, estamos rescatando una herencia viva que sigue hablando de nosotros.

¿Te has quedado tan intrigado como nosotros por el origen de «estar en las últimas»? ¿Hay otras expresiones similares que te gustaría conocer a fondo? Si te apasiona descubrir el trasfondo de dichos populares y su evolución, ¡cuéntanos en los comentarios! Estaremos encantados de explorar juntos el fascinante mundo de las frases que han llegado a nuestra lengua, desde las más comunes hasta las que menos imaginamos.

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